viernes, 27 de enero de 2012

David W. Griffith: el nacimiento del cine


La película El nacimiento de una nación constituye un hito en la historia del cine, ya que, a través de su construcción mediante la correcta utilización de recursos innovadores como el montaje paralelo, los movimientos de cámara, las panorámicas, la acción paralela, el ritmo fílmico, o los planos dotados de cierta psicología ( primeros planos, picados y contrapicados...), sentó una base técnica que serviría como apoyo para las creaciones de realizadores posteriores. Con esta película, Griffith aporta a la cinematografía una guía del lenguaje propio de éste medio, pautas fundamentales que han de aplicarse a la hora de contar cualquier historia.
Muchas de las novedades en el tratamiento técnico las debió Griffith a su origen como actor de teatro. Por ejemplo en el estilo de interpretación que buscaba en sus actores, preocupándose siempre por conseguir un trabajo realista, ya que, a medida que utilizaba planos cortos, como el primer plano o el plano medio, se daba cuenta de que los gestos bruscos debían ser evitados porque daban un resultado hiperbólico más característico del teatro. Otra aportación devenida de su experiencia teatral es la que se refiere al tratamiento de la luz: la mayoría de los métodos utilizados para conseguir esos efectos que constituían una novedad en el mundo del cine (iluminación de interiores más naturalista, uso de la iluminación natural...) provenía del teatro.
El reinvento de la narración cinematográfica, la utilización de un nuevo estilo en el montaje y la introducción de nuevas técnicas de producción desde entonces se establecieron como la norma en Hollywood. La otra cara de la moneda es que la creación de éste lenguaje por manos norteamericanas, implicó que todas las restantes productoras sometieran sus elaboraciones al ejemplo estadounidense, otorgándole de éste modo un carácter imperial que se basa en la presentación de un modelo social construido a través del trabajo, el éxito y la riqueza. Se acaba, por tanto, con las peculiaridades que cada nación europea podía ofrecer desde sí misma.
Algunos teóricos del cine se han preocupado especialmente por señalar que la aportación de Griffith al lenguaje cinematográfico no consistió propiamente en el conjunto de técnicas, sino en su habilidad para utilizarlas de una manera efectiva. Robert M. Henderson, afirma, refiriéndose a la proclamación del uso del primer plano como innovación de Griffith, que este recurso fue utilizado previamente como elemento por la Kinetoscope y la Mutoscope, y que ya Porter, en su película “Asalto y robo de un tren” hizo uso del mismo. De igual manera, y según declara este experto, en la película de Porter se incluía el plano general o panorámico, también proclamado como innovación propia por parte de Griffith. Sin embargo, con mayor o menor razón, ha sido el nombre de Griffith el que ha pasado a la historia encabezando estas innovaciones. Refiriéndose a la gran influencia que el autor ejerció sobre directores posteriores, Einsestein afirmó: "No hay cineastas en el mundo que no le deban alguna cosa. Lo mejor del cine soviético ha salido de "Intolerancia". En lo que se refiere a mí, se lo debo todo."
En cualquier caso, además del perfilado lenguaje de comunicación a través de las imágenes, “El nacimiento de una nación” también introdujo al cine en su faceta como industria de masas, debido a la gran cantidad de medios que se utilizaron para su filmación y el tiempo que se empleó, y al éxito con el que el público acogió la obra, el cual la llevó a ser considerada durante muchos años la película más vista de la historia del cine.
Otro aspecto precedente en esta película es el hecho de transmitir, a través de la narración de una historia, un mensaje de trasfondo con cierta carga ideológica, sociológica y cultural. En primer lugar, y de manera obvia, hemos de destacar su carácter extremadamente racista, no sólo porque se presente a la figura del negro como “el malo”, sino también porque, según se puede apreciar, ninguno de los actores que participa en la producción es de color, sino que se trata de actores blancos con la piel pintada de oscuro. Al observar esta peculiaridad, surge un planteamiento que nos lleva a cuestionar el nivel de calidad cinematográfica que Griffith se exigía, ya que, al integrar personajes negros interpretados por blancos, Griffith lo que está haciendo es darle más importancia a sus prejuicios raciales que a la credibilidad que al resultado tenga su creación.
En este sentido es conveniente resaltar unas declaraciones que vertió Lilian Gish, una de las actrices que colaboró con él en alguna de sus producciones, acerca del modo de trabajar de Griffith. Ésta decía: Griffith nos enseñaba que sólo el film era importante, que la Biblia lo había vaticinado: era el lenguaje universal que iba a traer la paz al mundo, cuando los hombres se entendieran unos con otros. Este era el milenio y nosotros dábamos los primeros pinitos en ese gran milagro. De modo que cuando salíamos y arriesgábamos nuestras vidas, eso no parecía importante. Lo único importante era lo que aparecía en la pantalla. Era lo único que interesaba. Por eso no empleábamos dobles, ni falsificábamos nada, porque teníamos la plena certeza de que el público se daría cuenta de que algo estaba mal, que no era real. ¡Todo tenía que ser real!”
Quizá, al no estar todavía el cine asentado como una auténtica fuente de ingresos dependiente directamente de la respuesta que se obtiene en taquilla por parte del público, Griffith no tuvo en cuenta, y como prioridad, su ejercicio como observador y ojo crítico, y determinante, en última instancia, de su continuación o su estancamiento dentro del ámbito de las producciones cinematográficas. No se trató pues de un menosprecio a las cualidades del público, prueba de ello es que éste no se vio molesto ni por el mensaje xenófobo, ni por esa falta de profesionalidad que salta a la vista, ya que el éxito de la película fue inmediato y duradero. A su vez, este hecho nos da a entender que, evidentemente, el público que acudía y pagaba por ver la película era en su totalidad de raza blanca.
Nos encaminamos pues hacia una reflexión que centra su punto de mira en la sociedad y en la influencia que los medios de comunicación ejercen sobre sus movimientos. Se vuelve a corroborar que el ciudadano recurre a los medios que aportan mensajes que confirman y endurecen sus opiniones y posiciones en cuanto, por ejemplo, a una orientación política. En el caso que tratamos, nadie iba a ver esta película para sentirse ofendido o maltratado, sino que los espectadores incluso recibían ciertos halagos, ya que, como blancos, se veían ensalzados.
También se pone de manifiesto la evidencia de que el cine estaba hecho para un público blanco que no adquiría conciencia de la injusticia que les rodeaba porque a ellos no le afectaba de manera negativa. El mensaje lanzado por el medio de comunicación, en este caso una obra cinematográfica, cobra más fuerza y eficacia que el que puede aportar una conciencia devenida de la observación al mundo real del que uno se rodea. Con esta película se puede llegar a considerar lógico el nacimiento del Ku Klux Klan: a lo largo de tres horas de película, Griffith nos cuenta la historia de una familia sureña en la Guerra de Secesión y los sucesos posteriores, que según nos revela el director acabaron poniendo Estados Unidos en manos de los “malvados” negros. Los héroes sureños, atacados por el Eje del Mal (los negros de EE.UU.), se vieron obligados a formar un grupo de modernos cruzados para defender todo lo que es bueno y decente (el Ku Kux Klan).
Que el cine se transforme en un fenómeno de masas ha contraído consecuencias positivas o negativas según la faceta desde la que abordemos la obra cinematográfica.
Uno de los aspectos desde los que se puede enfrentar el tema es el económico, es decir, el que considera al cine como un medio a través del cual puede conseguirse dinero siguiendo un trámite, con cierto carácter arriesgado, basado en la inversión, creación y recaudación del mismo. Desde este punto de vista, el cine como herramienta cultural masiva experimenta un avance positivo, ya que pasa a formar parte de las actividades de ocio de una mayoría que, generalmente no cuestiona la calidad del producto, debido a que su objetivo prioritario es el entretenimiento. Esta postura favorece pues a las películas lanzadas por los grandes estudios, cuya principal motivación se basa en los cuantiosos beneficios obtenidos en taquilla.
En este aspecto, la publicidad juega un papel importantísimo, ya que haciendo uso de sus métodos sirve para vender el producto propagando mensajes que se apoyan en las características más atractivas de la película (actores que en ella participan, el director, otras películas anteriores de la misma productora, etc.) que más fácilmente atraerán a un gran número de espectadores.
Por otra parte, si abordamos la obra cinematográfica desde su cara artística, es decir, como la expresión material de las ideas de un creador que necesita comunicarse, el hecho de que el cine se convierta en un fenómeno cultural de masas afecta muy negativamente, ya que desciende en cantidad el número de producciones destinadas no sólo a ofrecer mera diversión, sino también mensajes que requieran de la disposición del personal para ser digeridos y, en ocasiones debido a la manera en la que son contados, incluso descifrarlos o, cuanto menos, interpretarlos.
En estos casos, la apuesta por una proyección suele resultar demasiado arriesgada, ya que se puede suponer que en la mayoría de los casos el dinero que financia un proyecto no conforma una inversión, sino un sacrificio, puesto que resulta muy difícil que la cantidad expuesta quede amortizada tras la exhibición del film, debido a la afluencia ciertamente minoritaria de público.
Muchas veces estas obras no consiguen ni siquiera salir a la luz porque tanto para las empresas distribuidoras como para las salas exhibidoras conlleva la asunción de un importante riesgo económico que no les resulta conveniente. Se da lugar, por tanto, a un círculo vicioso que parte de la escasez de material (obras de carácter independiente) para llegar a la falta de un público determinado (relativamente selecto), y viceversa.
El hecho de que el cine se considere un instrumento cultural de masas implica que el criterio a la hora de dar creación y estrenar una película sea el grado de captación máximo que se pueda conseguir como respuesta por parte del público. Por lo tanto, las producciones se moverán siempre dentro de unos parámetros establecidos que, en cierto modo aseguren el éxito (temas de interés en el momento, actores en auge, géneros determinados, etc.). Si se emplean, por tanto, los mecanismos adecuados para llegar fácilmente a la población (proporcionados por estudios de mercado, etc.), se conseguirá poco a poco (sin que la evidencia de los mismos lo impida) caminar hacia una sociedad más vulnerable a la manipulación.
Que un individuo posicione su comportamiento según la tendencia que le marca la masa en la que se ve integrado implica una degradación de la personalidad propia y una desvaloración del punto de vista personal acerca de la vida en general que sus propias experiencias han podido conformarle en su crecimiento. De esta forma se pone mucho más fácil la labor de establecer sesgos dentro de la ciudadanía que permitan su división según sus características como público objetivo. A través del conocimiento de los resortes adecuados que hay que accionar, se podrá conseguir de ellos una actitud concreta (adquisición de determinados productos, orientación hacia una determinada posición ideológica, etc.) de manera sencilla.

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