sábado, 26 de mayo de 2012

Bailando con lobos (1990) - Kevin Costner

El maravilloso diario de John Dunbar.
Bailando con lobos (o Dances with wolves en la versión original), es una de esas películas por las que a un autor se le debe estar agradecido eternamente, perdonando e ignorando sus otras obras menores, mediocres o pésimas. Si a Silvester Stallone habrá que agradecerle siempre su primoroso guión en la infravalorada Rocky o a Dennis Hopper su rompedora Easy Rider, a Kevin Costner nunca se le olvidará por haber realizado una de las películas más importantes de la historia del cine, como es la que trata este artículo.
Es un western diferente. En esta historia los protagonistas son los amerindios, con sus miserias y sus grandezas y se homenajea de esta forma, por primera vez en el séptimo arte, a los indígenas norteamericanos, cuya cultura era muy desconocida y que Kevin Costner logró sacar a la luz al gran público.




Además, debemos destacar las figuras de dos emblemáticos personajes: el teniente John Dunbar (interpretado por el señor Costner) y Calcetines (Two Socks en la versión original). Dunbar representa la evolución en estado puro de un personaje a lo largo de una obra narrativa. Mediante un constante aprendizaje, una atroz supervivencia y un errante caminar solitario, el personaje se transforma de alguna forma en lo que el filósofo franco-helvético Jean-Jacques Rousseau definió como "el buen salvaje". Citemos textualmente a este gran personaje histórico y entenderemos mejor a Jonh Dunbar: "el salvaje vive para sí mismo; el hombre social, siempre fuera de sí, no sabe vivir más que en la opinión de los demás; y de ese único juicio deduce el sentimiento de su propia existencia". En cuanto a Calcetines, pese a ser un secundario (de lujo, eso sí), representa el lobo errante en el que Dunbar se convierte durante buena parte de la diégesis. La conexión entre ambos va más allá de la relación animal-animal, para convertirse en una relación de supervivencia y necesidad mutua tanto fisiológica como espiritual. Ambos, son iguales ante el hombre blanco, el hombre corrompido por la propiedad privada, la desigualdad social, el egoísmo y la desnaturalización de sus instintos básicos. Ese ejército que viene a por Dunbar no entiende, no comprende nada de la sabiduría aprendida por esos dos lobos errantes en su contacto con la naturaleza, la solidaridad y la amistad sin condiciones.




Por todo esto, concluyendo, estamos ante una narración que sin lugar a dudas es una oda al valor de la amistad, a la naturaleza, a la Madre Tierra, al amor y una reivindicación de lo puro, lo incorrupto, lo salvaje, así como un emotivo homenaje a nuestros antepasados, aquellos que conocían aspectos de la realidad y de la biosfera, que ahora, nosotros, dentro de nuestra burbuja urbana radioactiva, hemos olvidado, e incluso, lo que puede ser aún más grave, hemos perdido para siempre.


Mención aparte para la extraordinaria banda sonora del genial John Barry, que consigue expresar con la magia de la música todo lo que se ha expuesto aquí anteriormente.





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